En interiores, la humedad relativa suele ser habitualmente baja y fluctúa considerablemente debido a las corrientes de aire, el uso de la calefacción y del aire acondicionado. Las fluctuaciones provocan una deshidratación de las palmeras, y su consiguiente decaimiento general, y las hace más susceptibles de sufrir el ataque de ciertas plagas.
Para lograr un microclima apropiado se pueden agrupar las plantas o, también, se podrán emplear humificadores del aire para incrementar la humedad ambiental. La pulverización de agua sobre las hojas es una labor que puede ser contraproducente ya que el incremento en humedad relativa sería poco duradero y, además, se puede favorecer la transmisión de enfermedades.
Por otro lado, el riego es la tarea más repetitiva y quizás difícil en la jardinería de interiores cuando no está automatizado: el exceso de riego suele ser, junto con la falta de luz, los errores más corrientes en el mantenimiento, no sólo de las palmeras, sino de todas las plantas empleadas en estas situaciones.
La frecuencia del riego dependerá de:
- Las condiciones ambientales, la especie, el tamaño de la planta y su vigor. No hay que olvidar que si las palmeras estuvieran en crecimiento activo necesitarían agua abundante pero, por el contrario, las condiciones que normalmente encuentran en interiores raramente lo facilita.
- El volumen ocupado por las raíces, el tipo de substrato y de contenedor, la porosidad del contenedor y su forma.
Tanto la falta como el exceso de agua tienen efectos parecidos ya que ambos suponen la imposibilidad de las raíces de aportar agua a la planta. Para comprobar el nivel de humedad del substrato se pueden emplear tensiómetros u otros instrumentos, pero la vista y el tacto son una buena forma de determinar las necesidades que cada planta tiene de agua. Con pocas excepciones, el substrato de las palmeras debe estar «más bien» húmedo, no encharcado.
Son preferibles los riegos abundantes a los reducidos y menos espaciados, ya que de esta forma mojaremos la totalidad de las raíces y lavaremos el posible exceso de sales que se haya acumulado: una reducción del 50% del agua contenida en el substrato supondrá que se duplique la concentración de estas sales, con el consiguiente peligro para las raíces.
En el caso de emplear aguas duras, convendrá dejarlas reposar al menos durante 24 horas para que precipite parte de la cal que contienen. Igualmente, si empleamos aguas fluoradas, su aireación ayudará a evitar posibles problemas de toxicidad debido a este elemento.
Cada cierto tiempo habrá que lavar las hojas de las palmeras con una manguera, pulverizador o, incluso una esponja húmeda con una pequeña cantidad de jabón líquido si fuera necesario, con objeto de limpiar el polvo y la suciedad que se haya acumulado en las hojas y reducir la posibilidad de que se instalen plagas como la araña roja y las cochinillas.
No se recomienda el uso de los limpiadores o abrillantadores que se emplean con otras plantas de interior debido a que las palmeras, como monocotiledóneas, poseen un número similar de estomas en el haz y el envés de las hojas y su aplicación podría suponer el bloqueo de gran número de ellos.